Publicado el 19 de septiembre de 2023

IMPACTO DE LOS CAMBIOS GEOPOLÍTICOS Y OTRAS TRANSFORMACIONES GLOBALES.

Por Ricardo Martínez Rico, Presidente ejecutivo de Equipo Económico (Ee) y Doctor en Economía. La actividad económica global mostró un mayor dinamismo en el comienzo de este año 2023, gracias a que se diluyeron varios de los cuellos de botella que limitaron su progresión durante el año anterior, fundamentalmente las tensiones en las cadenas globales […]

Por Ricardo Martínez Rico, Presidente ejecutivo de Equipo Económico (Ee) y Doctor en Economía.

La actividad económica global mostró un mayor dinamismo en el comienzo de este año 2023, gracias a que se diluyeron varios de los cuellos de botella que limitaron su progresión durante el año anterior, fundamentalmente las tensiones en las cadenas globales de valor y el fuerte incremento de los precios energéticos. Pero su avance se ha ralentizado desde entonces, especialmente en Europa ante el mayor impacto que tienen en el continente las consecuencias de la guerra lanzada por Rusia en Ucrania. De forma que las previsiones de crecimiento de la economía global en 2023 y 2024 siguen apuntando a una clara desaceleración con respecto a 2022.

Mientras tanto, la inflación ha superado su punto álgido en gran parte del mundo, pero se muestra persistente, especialmente a través del crecimiento de los precios no energéticos. Como resultado, los principales bancos centrales continúan endureciendo su política monetaria. Sin embargo, en un contexto además de auge del populismo y falta de capacidad política de muchos de los gobiernos para acometer las reformas estructurales necesarias, surgen dudas sobre la capacidad de la política económica tradicional de hacer frente a los retos de gran magnitud a los que se enfrenta la economía global. Y es que, al mismo tiempo, la economía mundial está sometida a importantes transformaciones transversales que están suponiendo retos de gran magnitud, y que se pueden agrupar en torno a cinco ejes tal y como se refleja en el gráfico siguiente y se expone a continuación.

GRÁFICO 1. CINCO EJES DE LAS TRANSFORMACIONES GLOBALES.

Fuente: Equipo Económico (Ee).

Destacan, en primer lugar, los cambios geopolíticos que se están produciendo en un contexto donde el nacionalismo y regionalismo económico están llevando en los últimos años a una mayor confrontación y mermando el desarrollo de las relaciones multilaterales. Desde la crisis financiera internacional se ha reforzado la aparición de bloques comerciales y potencias regionales, muy centradas en la producción y autonomía doméstica en detrimento de los flujos internacionales de comercio e inversión, reduciendo los niveles de apertura comercial y generando tensiones entre los mismos. Está así contribuyendo a la redistribución de fuerzas en el orden económico y político global, dificultando la cooperación global en materias en las que esta sería relevante durante las próximas décadas, como la lucha contra el cambio climático y los efectos de la transformación digital.

Como claro ejemplo de la desaceleración de la globalización a la que se enfrenta la economía internacional (slowbalisation) con un origen geopolítico, y su impacto sobre los flujos de comercio e inversión internacionales, destaca la aprobación del Inflation Reduction Act (IRA) de Estados Unidos, plan con el que la primera economía del mundo busca fortalecer la ventaja tecnológica del país y su capacidad de competir con China. No obstante, el alcance de estas medidas proteccionistas se extiende también en las relaciones transatlánticas, al establecer requisitos de localización en EE. UU. para las ayudas y subvenciones a las industrias limpias, en detrimento de la implantación de las empresas americanas o europeas en la UE. Como respuesta a la normativa estadounidense, la UE ha articulado el denominado Plan Industrial del Pacto Verde, que, entre otros, flexibiliza el marco de ayudas del Estado, para permitir a los Estados miembros igualar las subvenciones ofrecidas fuera de la UE y así evitar deslocalizaciones industriales.

Más recientemente, con relación a los países emergentes y otro ejemplo de los importantes cambios geopolíticos, destaca el reciente anuncio de los BRICS –formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– de su propuesta de ampliación a partir de 2024 a Argentina, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Etiopía e Irán. La posible consolidación de su asociación de países tendrá importantes repercusiones en el medio plazo. No tanto por la posible y difícil creación de una moneda propia, como, por ejemplo, respecto al papel del dólar en la economía mundial. No resulta baladí que entre los miembros propuestos se encuentren dos de los principales países productores de petróleo del mundo, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, que podrían favorecer que parte del petróleo que producen comenzase a cotizar en una divisa distinta al dólar estadounidense, principalmente el yuan chino. Si bien, la heterogeneidad del grupo de países y de sus intereses dificultará en gran medida que puedan alcanzar varios de los ambiciosos objetivos que se plantean.

Mientras tanto, otra muestra significativa de los cambios en el orden económico internacional lo constituye la acumulación de riqueza y, por tanto, generación de capacidad de financiación no sólo en el mundo anglosajón sino también en otras regiones y países, no siempre alineados con los valores democráticos occidentales.  De esta forma, hemos conocido también estos días que Arabia Saudí, a través de una compañía propiedad de su fondo soberano, ha adquirido una participación del 9,9% del capital social de Telefónica. Se trata sin duda esta última de una empresa de carácter claramente estratégico para los intereses nacionales, a cuya entrada como principal accionista por parte de un país de dudosa alineación en el ámbito internacional, habría que responder desde el Gobierno de España con la prudencia necesaria. No obstante, todo apunta por las declaraciones realizadas hasta el momento que, en este caso y a falta de una posición común europea que dote a los gobiernos nacionales de mayor fuerza, los intereses económicos entrelazados entre ambos países están pesando más que la consecución de la pretendida autonomía estratégica.

Otro buen ejemplo de la intensificación de la regionalización, buscando en este caso las ventajas de la producción cercana, menor riesgo relativo (friendshoring, derisking) y con efectos positivos en este caso para el país receptor, es el de los fuertes flujos de inversión estadounidense que están llegando a México, pese a que su gobierno viene acaparando titulares no siempre amigables respecto de la inversión extranjera.

Este proceso también puede suponer una oportunidad para España dentro de la UE, estando nuestro país más alejado geográficamente de la guerra en Ucrania, y donde, entre otros, las metas de descarbonización e independencia energética y el proceso de transición energética están generando una elevada actividad económica y atrayendo también importantes inversiones. Se pone así de manifiesto el segundo eje de las citadas transformaciones que están moldeando la economía global, la lucha contra el cambio climático y el proceso de transición energética. Para avanzar en ese sentido, en Europa, los Estados miembros de la UE se han comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos el 55% de aquí a 2030 con respecto a los niveles de 1990. Por su parte, España, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 prevé la puesta en servicio de casi 60 GW de nueva capacidad de generación de energía renovable y se pretende aumentar la potencia total instalada en el sector eléctrico hasta los 161 GW.

Así como, en tercer lugar, la transformación digital. El rápido desarrollo y aplicación de tecnologías como la Inteligencia Artificial representa un gran desafío en materia de empleo para determinados colectivos, pero también, acompañada de la indispensable recapacitación profesional (reskilling), una gran ayuda en términos de incremento de la productividad y mejora de la calidad de vida. Hasta ahora las grandes transformaciones han afectado fundamentalmente a la industria. En este caso inciden muy profundamente sobre el sector servicios, que representa un porcentaje muy elevado de la actividad económica.

En cuarto lugar, el mayor protagonismo del Estado en la economía como respuesta a las sucesivas crisis. Su rol ha aumentado significativamente, no sólo a través de un elevado gasto público, sino con gobiernos interviniendo con una elevada actividad regulatoria en múltiples ámbitos, en muchos casos relacionados con argumentos de seguridad (en defensa, sanitaria, alimentaria, cibernética), y en sectores estratégicos, como el sector industrial o energético, también con participaciones significativas en el capital y en la financiación de múltiples empresas. Este cambio está generando intensos debates sobre el equilibrio entre la necesidad de la intervención estatal y de la libre empresa, y se refleja también en un considerable aumento del gasto público y de la deuda pública a nivel mundial.

Y, en quinto y último lugar, el envejecimiento de la población, que plantea importantes desafíos para el conjunto de la sociedad y de la economía, al mismo tiempo que espacio para el crecimiento de determinados sectores. Así, el aumento de la esperanza de vida y la disminución de la tasa de natalidad han impulsado la demanda de servicios y productos adaptados a la población de mayor edad, pero también han generado preocupaciones, por ejemplo, sobre la correcta acogida y control de los flujos migratorios y la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social y atención médica pública.

Por tanto, nos encontramos frente a un mundo más complejo que en la década pasada, que se está enfrentando a importantes retos y transformaciones -como son el cambio climático y la transición energética, la transformación digital y el envejecimiento de la población-, y en el cual, la economía cada vez dependerá más estrechamente de la geopolítica. De las situaciones de cambios siempre derivan riesgos, pero también oportunidades que hay que saber anticipar.

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