Publicado el 17 de octubre de 2022

¿Hay un plan ante la crisis climática y la falta de agua?

El racionamiento de agua durante el verano ha dejado de ser algo excepcional y propio de poblaciones de interior, por lo que el Gobierno ya prepara un plan para incrementar la capacidad de desalinización que garantice al menos el consumo humano. ¿Qué otras infraestructuras serán necesarias en los próximos años para hacer frente a una […]

El racionamiento de agua durante el verano ha dejado de ser algo excepcional y propio de poblaciones de interior, por lo que el Gobierno ya prepara un plan para incrementar la capacidad de desalinización que garantice al menos el consumo humano. ¿Qué otras infraestructuras serán necesarias en los próximos años para hacer frente a una crisis climática que deja atrás, cada vez más rápido, las previsiones de los expertos? 

El verano de 2022 ha sido el más caluroso en España desde que se cuenta con mediciones, con olas de calor históricas que, agravadas por la falta de lluvias durante la primavera, han provocado una grave sequía y, con ella, la limitación del consumo de agua en muchas zonas de España. Desde el comienzo del año hidrológico, en octubre de 2021, la situación ya era de sequía. Los meses que nos han llevado hasta aquí no han hecho sino confirmar la tendencia que llevamos viviendo indefectiblemente desde hace años. La falta de precipitaciones, además, ha afectado gravemente a la agricultura y ganadería.

De hecho, el mes de julio de 2022 ha sido el más cálido jamás registrado en España, con una temperatura media de 26,6 grados, esto es, 2,7 por encima de la media del periodo de referencia 1981-2010. El dato no solo bate el anterior récord, de julio de 2015, sino el de cualquier mes del año de la serie, que se remonta a 1961, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

Además, y por el momento, el año hidrológico 2021-2022 es el tercero más seco del siglo XXI y el cuarto de la serie histórica, según apuntaba la Agencia en agosto. Hasta esa fecha, se habían producido en España un 26% menos de precipitaciones, solo por detrás de las registradas en los años 2004-2005,1998-1999 y 2011-2012.

Asimismo, el año natural 2022 es el tercero más seco de la serie, también con un 26% menos de precipitaciones, superado únicamente por 2005 y 2012. Especialmente secos han sido los últimos tres meses y medio: el periodo comprendido entre el 1 de mayo y el 15 de agosto de 2022 es el más seco desde, al menos, 1950.


El drama de Doñana

Un dramático ejemplo de todo esto lo encontramos en el Parque Nacional de Doñana, cuyo último humedal permanente desapareció a principios de septiembre, con lo que ya no quedaba agua dulce en todo este espacio protegido.

Pese a que la falta de lluvias impidió la renovación de las aguas, el mayor daño procede del subsuelo, con el consumo del acuífero debido a los pozos ilegales para regar cultivos de fresas. A este perjuicio se suma la macrourbanización de Matalascañas, ya que los estudios realizados prueban que dos de los cinco sondeos legales que nutren a sus 150.000 veraneantes, situados a menos de un kilómetro de las primeras lagunas, subirían el nivel freático de los humedales hasta 1,3 metros si desaparecieran, al dejar de extraer 121 litros por segundo de agua subterránea.

En 2018 el Instituto Geológico y Minero de España (IGME, perteneciente al CSIC) demostró que Matalascañas contribuye a vaciar algunas lagunas -ya copadas por la vegetación-. Ahora por fin, cuatro años después, el Gobierno ejecuta las obras para trasladar los dos sondeos más próximos a la reserva natural.

Un plan a largo plazo

En estas circunstancias, con restricciones de agua en numerosas localidades y los pantanos cada vez más vacíos, es urgente poner en marcha un plan a que ayude lo antes posible, y con la vista puesta en el largo plazo, a paliar esta carestía. Construir nuevas desalinizadoras o la mejora de la gestión del agua son algunas de las medidas que ya se están planteando en distintos foros. En otras palabras, la sequía y la falta de agua se ha convertido en una grave amenaza en España.

Ante ello, la pregunta es obligada: ¿qué planes existen contra la crisis climática y la desertificación en España? ¿Y cuánto dinero hace falta para hacer frente al cambio climático y la emergencia que comporta?  Especialmente ante unas previsiones que parece que se quedan cortas o se cumplen antes de lo que preveían los expertos.

El Ejecutivo tiene puesta la mira en las plantas desalinizadoras, con un presupuesto en torno a los 127 millones de euros que prevé ampliar la capacidad de producción de agua desalada en un 25%, teniendo en cuenta que los embalses están ya muy por debajo del 40% de su capacidad. Este plan contempla ampliaciones de cinco de las 11 principales desalinizadoras de mar que gestionan entre la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía, según datos de la empresa pública Aguas de las Cuencas Mediterráneas (Acuamed).

Por su parte, los Ejecutivos de Cataluña y Baleares, que gestionan sus propias plantas, también proyectan aumentar su capacidad antes de 2027. En especial Cataluña, que pretende doblar su capacidad en cinco años con una inversión de 176 millones. La inversión en todo el país superaría los 300 millones de euros. En la actualidad, según datos de la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDyR), el 9% del agua potable en España viene de desalinizadoras y especialmente en las islas.

Energía renovable para desalinizar

En las últimas semanas, el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco) ha licitado la redacción del proyecto para construir la planta solar fotovoltaica que proporcionará energía directamente a la mayor planta desalinizadora de España y de Europa. Se levantará en Torrevieja (Alicante), una población con cerca de 90.000 residentes pero que recibe más de dos millones de visitantes cada año.

Ya el pasado febrero se anunció la ampliación de sus instalaciones, con lo que la planta podría generar 120 hectómetros cúbicos al año. Produce 80 en la actualidad y lleva funcionando a máxima capacidad desde abril, con lo que se calcula que abastece a 400.000 habitantes y 8.000 hectáreas de regadío, aproximadamente.

Otro ejemplo de inversión en este sentido es el que tendrá lugar en la planta del Prat de Llobregat (Barcelona), en la que se invertirán 90 millones más. Según la Agencia Catalana de Agua (ACA), esta planta está funcionando desde el mes de febrero a una capacidad del 85%, con 140 millones de litros al día, y, ante el vaciamiento de embalses y el aumento del consumo de agua en un 10%, la ACA ha instado a que se haga un consumo responsable. Desde la Generalitat explican que sin esta infraestructura, Barcelona ya habría entrado en alerta por sequía. De cada 100 litros que la desalinizadora extrae de la playa del Prat, 45 son destinados al consumo humano.

La primera planta, en 1964

La primera planta desalinizadora de agua de mar de España se instaló en la isla de Lanzarote en 1964 y producía 2.500 m3/día de agua potable. Así, el crecimiento económico ha estado muy vinculado a la desalinización de agua de mar. Canarias cuenta con 281 instalaciones para este fin en la provincia de Las Palmas y 46 en la provincia de Santa Cruz de Tenerife.

En la actualidad, España cuenta 765 plantas desalinizadoras, 360 plantas de agua salada y las 405 restantes, de agua salobre. Son cifras que hacen de España uno de los países con más producción de agua desalada: el primero en Europa, y el cuarto del mundo, por detrás de Arabia Saudí, Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos. Según los datos de la AEDyR, en España se producen en torno a 5 millones de metros cúbicos al día, suficients para abastecer a cerca de 34 millones de personas.

Pese a estas cifras, hay territorios, como Murcia y Cataluña, donde en opinión de Domingo Zarzo, presidente de AEDyR, todavía existe un déficit importante y donde la capacidad de desalación debería ampliarse: “Más que volver a construir grandes plantas, como ya se hizo a principios de siglo, es necesario hacer más pequeñas para usos agrícolas o ampliar la capacidad de las que ya están en funcionamiento”.

Por ello, la Generalitat de Cataluña proyecta su segunda mayor inversión desde que en 2008 una gran sequía obligara a implantar restricciones de agua en Barcelona. Se hará con una millonaria inversión en cinco años a través de la construcción de nuevas plantas desalinizadoras y de reutilización, según recoge su actual plan hidrológico 2022-2027.

Desalinización contra la sequía

Y es que, ante esta situación, son ya varias las comunidades que ponen el foco en la técnica de la desalinización contra la falta de agua. Otra de ellas es Andalucía, donde resultan muy preocupante las carencias en el Guadalquivir. Allí los embalses están por debajo de un cuarto de su capacidad, cuando de media, en la última década, se situaba en la mitad de su capacidad. La situación, para el sector agrícola, empieza a ser extrema.

El proceso para potabilizar el agua del mar se conoce como ósmosis inversa. Domingo Zarzo, presidente de la AEDyR, explica que “se trata de un proceso a la inversa en el que la membrana, como tela enrollada, pasa el agua a través de ella, pero elimina los contaminantes o sales”.

La cuenca hidrográfica del Guadalquivir ya cuenta con una instalación de este tipo que abastece a Melilla. La planta está en obras para duplicar su capacidad. Actualmente, produce el 60% del agua que necesita Melilla.

Además, a la falta de agua se suma la alta demanda que genera el turismo en determinadas zonas. Así, según un estudio reciente de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), uno de cada cuatro litros de las islas es consumido por turistas. El 70% del agua del grifo en Ibiza ya proviene del mar. Por eso, en los últimos seis años, la producción de agua desalinizada en Mallorca se ha quintuplicado y en Ibiza ha aumentado un 43,19%. Y en los próximos cinco, el Govern de las Islas Baleares quiere aumentar su capacidad en otros cinco hectómetros.

Canarias es otro ejemplo de comunidad con este tipo de necesidades. Estas infraestructuras generan la mayoría del agua que se consume en el archipiélago. Lanzarote y Fuerteventura apenas tendrían nada de agua sin no contaran con la desalinizada. Al igual que Canarias, la península está rodeada de agua salada, por lo que, a priori, esta técnica podría ponerse en práctica en todo el país.

Sin embargo, convertir el agua salada en potable no es barato, ya que las plantas consumen mucha electricidad. De media, una instalación de este tipo necesita 3 kilovatios hora por cada metro cúbico. Así, a electricidad más cara, mayor será el coste del agua. Actualmente, producir un metro cúbico de agua cuesta un euro de media. Pese a ello, el presidente de AEDyR afirma que, aun así, el agua desalada resulta más barata que la embotellada. Al margen de esto, el éxito en algunos territorios como Canarias pone de relieve la capacidad que tienen las desalinizadoras para hacer frente a períodos de sequías como los que sufre ahora España.

La mayor superficie forestal quemada en la última década

La sequía también abona el terreno para que se produzcan grandes incendios –aquellos que superan las 500 hectáreas quemadas– que no han dejado de oscurecer el paisaje español a lo largo del último verano. En todo 2022, y hasta el 30 de agosto, se han registrado 63 grandes incendios, según los datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS).

Estos fuegos dejan también otros números muy preocupantes: los de las hectáreas quemadas. EFFIS habla ya de más de 295.000 hectáreas calcinadas, mientras que el último avance informativo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), con datos hasta el 21 de agosto, las rebaja hasta las 248.000. Las cifras, que ya de por sí son alarmantes, colocan al 2022 como el año en el que más terreno se ha quemado desde 2012.

Los pantanos, bajo mínimos

La falta de lluvias y las elevadas temperaturas han provocado a su vez el descenso de las reservas de los embalses hasta niveles muy preocupantes. Así, en la semana del 30 de agosto, los embalses de uso consuntivo (cuyo fin es el consumo humano y la agricultura) estaban al 31.4% de su capacidad total. Este nivel es casi 20 puntos porcentuales inferior a la media de los últimos 10 años en estas fechas (49.8%) y se sitúa unos 7 puntos por debajo del nivel de 2021. Por tanto, el dato actual supone un 37% menos que el nivel medio de la última década.

La situación más preocupante se vive en las cuencas del suroeste, donde ha llovido muy poco y además el déficit de precipitación viene acumulándose durante años. Las cuencas del Guadalquivir y Guadiana están ahora mismo a menos del 25% de su capacidad y tanto la del Tajo como la del Guadalete-Barbate están entre el 24-31%.

Si tenemos en cuenta la reserva total de agua, considerando la capacidad de agua para uso consuntivo y también el agua para la producción de energía hidroeléctrica, los datos tampoco son buenos. En la cuarta semana del mes de agosto la reserva de agua embalsada estaba al 35,9% de su capacidad total. Son casi 20 puntos porcentuales menos que la media de los últimos 10 años en estas fechas (54.6%).

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