Publicado el 22 de agosto de 2022

¿Deben prepararse las empresas para un escenario de ‘estanflación’?

Con indicadores clave deteriorándose, la cruda realidad económica pronto podría barrer las cada vez más recortadas previsiones de crecimiento para este año y dar paso a una combinación de alta inflación y estancamiento, la temida estanflación. ¿Qué escenarios son los más probables después del verano y qué supondrá la subida de tipos? ¿Existen vías de […]

Con indicadores clave deteriorándose, la cruda realidad económica pronto podría barrer las cada vez más recortadas previsiones de crecimiento para este año y dar paso a una combinación de alta inflación y estancamiento, la temida estanflación. ¿Qué escenarios son los más probables después del verano y qué supondrá la subida de tipos? ¿Existen vías de financiación alternativa?

La inercia propia de los ciclos económicos hace que, con frecuencia, los principales indicadores se contradigan antes de desembocar claramente en un cambio de tendencia. Eso es lo que parece ocurrir en este momento: la inflación nos ha devuelto a 40 años atrás -también en países como Estados Unidos, ya que el fenómeno tiene raíces globales-, pero también es histórico el ritmo de creación de empleo en España que ha permitido rebajar la cifra de desempleados por debajo de los tres millones por primera vez desde 2008. ¿Son los últimos rayos de sol antes de la tormenta? Frente al optimismo oficial, lo cierto es que economistas y empresarios dibujan un escenario de mayores dificultades que cada vez parece estar más cerca.

Conforme han ido cayendo las hojas del calendario, la reducción paulatina de las previsiones oficiales de crecimiento para 2022 podrían tomarse como un reconocimiento implícito del cambio de ciclo que se avecina. ¿Será la estanflación, es decir, inflación persistente y estancamiento económico? De momento quedan lejos las esperanzas del Gobierno de ver crecer el PIB un 7% este año, aunque la revisión de finales de julio (hasta el 4,3) todavía puede considerarse optimista y está alineada con algunas otras proyecciones -ligeramente menos benévolas- de organismos nacionales como Funcas e internacionales como el Fondo Monetario Internacional. El problema es que ese optimismo es cada vez menos unánime.

Incluso eso forma parte del juego de espejos que enmascaran en cierta forma las turbulencias que comenzaron ya el año pasado con el alza de los precios de la energía. La misma cifra de avance del PIB está ‘dopada’ porque guarda relación con un año (2020) en el que el retroceso de la economía fue casi tres veces mayor que en el peor año de la crisis financiera (2009). Es lo que sucedía con el avance registrado en el primer trimestre del año: “El origen de este importante crecimiento es el hecho de que se compare con el primer trimestre del año pasado, cuando todavía abundaban las restricciones por la Covid-19 y el temporal Filomena torpedeó la actividad”, advierte Milagros Dones, consejera del Colegio de Economistas de Madrid, que considera que los datos ya anticipaban una pérdida de dinamismo respecto al año pasado. “Ahora bien, ni todos los agentes económicos han sido receptores con la misma intensidad de esta desaceleración, ni todas las actividades productivas lo están acusando de forma homogénea”, añade. De nuevo los espejos en torno al complejo entramado de la economía nos hacen ver una realidad parcialmente deformada.

Un indicador de realidad, corregida de la ilusión óptica de algunos datos macroeconómicos es, en opinión de Dones, el consumo de las familias que, con una caída del 2% en los primeros meses de 2022, “frente al crecimiento del 1,5% registrado en el último cuarto de 2021, deja al descubierto actuaciones de precaución extremas, en principio no coherentes con la favorable evolución del mercado de trabajo que ha proseguido dando muestras de solvencia, al menos en cuanto a número de ocupados y afiliaciones se refiere”.

Aunque ahora ya parezcan crisis menores, el año comenzó agitado “por la variante ómicron, los problemas de suministro, la huelga de transportistas y, por supuesto, por una inflación rampante agravada por la guerra de Ucrania, que son las claves de la erosión del consumo privado”. Así que, ya sea por una u otra razón, la incertidumbre siempre está presente en la mente de empresas y particulares porque llueve sobre mojado. “En suma, aunque en euros se pueda estar gastando más, en volúmenes reales se está comprando menos y estas menores compras están vinculadas en mayor medida a los bienes de carácter duradero”, sentencia Dones.

¿Será peor después del verano?

De este panorama apenas se libra el sector servicios, “especialmente en aquellos en mayor medida vinculados a las demandas propias del periodo estival. Hostelería, restauración, ocio y cultura podrán reactivarse fundamentalmente en el tercer trimestre de 2022, arrastrando en su reactivación al mercado laboral”, pronostica la consejera del Colegio de Economistas de Madrid.

La suerte de otros, como el de la construcción, dependen a corto y medio plazo en parte del ritmo de ejecución de los fondos europeos que se han puesto en marcha para paliar las consecuencias económicas de la pandemia, ya que en su contra juegan “no sólo una menor capacidad de compra por efecto de la merma de las rentas reales ante un escenario de crecimiento de los precios de bienes de consumo, sino también la subida paulatina de los costes financieros y las disrupciones de los suministros que, en última instancia, han sido determinantes en la elevación de los costes de producción. Estos podrían tener que sortear una situación compleja a lo largo de lo que resta del ejercicio e incluso prolongarse hasta 2023”, subraya.

Así las cosas, Dones coincide con los análisis que apuntan a que, una vez pasado el verano, el escenario macroeconómico “puede adquirir tonos más sombríos y con una elevada probabilidad de que [las incertidumbres] abandonen su carácter coyuntural, por lo que las perspectivas para el próximo año definen crecimientos claramente debilitados y entornos de empleo y rentas mermados”.

Y es que a la lista de incertidumbres pasadas y presentes hay que añadir las que se vislumbran en el horizonte: desde nuevos cortes de gas (quizá más drásticos) por parte de Rusia -aunque el efecto directo sería sobre Alemania, principalmente-, al impacto de las subidas de los tipos de interés que acaban de implementarse en la UE.

Esta tesitura, con precios al alza de las materias primas -especialmente las relacionadas con la tecnología-, dependencia energética y una demanda interna “coaccionada por el encarecimiento de los precios sin que sea posible un reequilibrio de las rentas, dejará huella en los márgenes empresariales y en su capacidad de mejorar sus ratios de competitividad”, considera Dones, que augura una menor aportación de la demanda externa al crecimiento económico. “Según nuestras estimaciones, podrá situarse en el entorno del 2,4% en 2023, más de dos puntos por debajo del crecimiento previsto para este año, establecido en un 4,5%”.

Desde la CEOE recuerdan las dificultades que atraviesan otros sectores a los que afectan varios de estos factores adversos a la vez, como el de la alimentación, que además de la energía, arrastra alzas superiores al 20% en el maíz, el trigo o el azúcar a causa de la invasión de Ucrania. “Esta mayor escasez seguirá manteniendo un nivel de precios elevado”. Aunque se han moderado, tampoco se prevé una “desaceleración acusada” de los precios de otro tipo de materias primas como las metálicas, que son clave para muchas actividades industriales y la construcción, “dado que, algunas de ellas, serán fundamentales para la transición energética, en sectores como la construcción de coches eléctricos, de placas solares, etc., por lo que su demanda tenderá a incrementarse”.

En sintonía con este escenario de desaceleración, no hay sectores en los que se aprecie una dinámica de demanda laboral “que supere en intensidad a la realizada en 2022. Por el contrario, se advierten duplicidades en las mermas de puestos de trabajo de especial relevancia en los sectores vinculados a la generación de bienes y servicios de carácter cíclico y de suministros”. En el otro lado de la balanza, la reforma laboral y los ERTES han permitido a las empresas “dosificar las necesidades de empleo, garantizándose ganancias de productividad para hacer factible la retribución creciente de sus factores productivos, especialmente de energía, componentes tecnológicos y otras materias primas a lo largo del próximo año”, concede Dones.

¿Qué espera la CEOE de la economía española?

Tampoco secunda el optimismo de las previsiones oficiales la CEOE que habla de la “enorme incertidumbre” a la que se enfrenta la economía española en el tramo final de 2022 y el comienzo de 2023. “Es previsible que el PIB en España no supere el 4% de crecimiento este año y se sitúe por debajo del 3% en 2023”, pronostican fuentes de la organización que de momento no contemplan “un escenario de recesión, aunque no se puede descartar que en la parte final de 2022 y/o al comienzo de 2023 se produzca alguna caída de la actividad en algún trimestre”.

Por otra parte, reconocen que en 2022 el mercado laboral está mostrando una evolución favorable que contrasta con la incertidumbre creciente en relación con la actividad económica en los últimos meses y el notable aumento de los precios, pero matizan que el empleo “está normalizando su evolución, con un comportamiento mes a mes más similar al observado en el periodo 2014-2019, previo al estallido de la pandemia”.

En el corto plazo, los empresarios esperan que el mercado laboral mantenga la inercia, “favorecida por la estacionalidad propia de la temporada estival. Sin embargo, no hay que olvidar que las cifras de empleo también estarán condicionadas por las dificultades que están afrontando las empresas, en un contexto de gran incertidumbre, con dificultades de suministro de materias primas y el encarecimiento de los inputs necesarios para su actividad”. A este respecto, desde el Gobierno se sigue confiando en un ritmo positivo que permita reducir la tasa de desempleo hasta el 12% el año que viene -un 1,3% menos que en 2021- aunque el alza durante el mes de julio, pequeño pero inédito en este mes desde 2008, parece dar la razón a la patronal.

Subida de tipos: ¿problema o solución para la estanflación?

Aunque los bancos centrales habían avisado de lo que se venía encima y, de hecho, más de 75 han actuado desde mediados del año pasado, las subidas de tipos en las economías desarrolladas han sorprendido finalmente a organizaciones como la CEOE que reconoce que se ha producido “un mayor endurecimiento de sus políticas que lo apuntado hace apenas unos meses”.

La Reserva Federal de EEUU actuó por primera vez (desde 2018) el pasado mes de marzo y ya lo ha hecho cuatro veces; las dos últimas han supuesto un incremento del precio oficial del dinero de un 1,5%, hasta situarlo en su nivel más alto en 28 años. El Banco Central Europeo ha sido más comedido, pero la subida de medio punto de golpe en julio demuestra que “la disyuntiva a la que se enfrentan las autoridades monetarias es compleja”, como señalan fuentes de CEOE. “Por un lado, el aumento de tipos de interés debiera contribuir a enfriar la demanda por la vía del aumento de los costes de financiación. Sin embargo, esta situación es preocupante en economías con niveles de endeudamiento muy elevados y con el riesgo de que la ralentización de la actividad, que ya se está produciendo, se agrave aún más, llevando a determinados países a recesión económica, principalmente en aquellos donde los problemas son derivados de las restricciones de oferta y no tanto por exceso de demanda”, añaden.

Por su parte, la economista Milagros Dones recuerda que estas medidas “tienen fuertes implicaciones en los niveles de endeudamiento de las familias sujetas a hipotecas reguladas a tipos variables, que siguen siendo mayoritarias en nuestro país. Y estas fundamentan esta ralentización del crecimiento que, de no llevar aparejado también un freno en el ritmo de crecimiento del empleo, embargarían las reducidas pero positivas ganancias de productividad acumuladas a lo largo de los trimestres previos”.

A esto hay que contraponer los riesgos asociados a la inacción que, a juicio de la CEOE, incluyen la persistencia de los altos niveles de inflación con mayores efectos de segunda ronda que llevarían, finalmente, a tener que volver a subir los tipos “perjudicando en mayor medida al crecimiento y al empleo”.

¿Surtirá efecto la nueva política monetaria del BCE? Desde la CEOE opinan que “debería contener en cierta medida la inflación”, pero al mismo tiempo advierten de que, dado que una buena parte de las subidas de precios actuales “se deben a shocks de oferta, lo que más determinará la evolución de precios será que comiencen a solucionarse los problemas de suministros y se reduzca la demanda internacional de determinadas materias primas. Además, simplemente por un efecto base, desde finales de este año la inflación debería comenzar a desacelerarse rápidamente”.

Moratoria concursal y búsqueda de financiación

El inicio del verano ha marcado también la cuenta atrás para la reactivación de los procesos concursales, una vez vencida la moratoria que el Gobierno aprobó en marzo de 2020 tras la declaración del estado de alarma a causa de la pandemia para dar aire a las empresas más perjudicadas por los confinamientos. A partir del pasado 30 de junio, las empresas insolventes tienen un plazo de dos meses para solicitar voluntariamente la declaración de concurso. Queda por ver cuántas lo harán (o en su lugar sus acreedores) tras permanecer blindadas por la moratoria.

Fuentes de la CEOE recuerdan que la reforma concursal, dependiente de transponer la Directiva (UE) 2019/1023 de reestructuración e insolvencia, aún no ha sido aprobada, aunque se había anunciado para antes del 30 de junio. “Este era un compromiso de España con la UE. No obstante, esperamos que esta reforma se apruebe durante el próximo mes de septiembre. Es razonable pensar que aquellas empresas que tengan intención de solicitar el concurso voluntario esperen a que esta reforma concursal entre en vigor, de forma que sus concursos se tramiten conforme con la nueva norma”, explican.

Ligado a esto está la cuestión de la financiación. “El tejido empresarial que ha sobrevivido a la pandemia generada por la Covid-19 ve cómo la inversión y la innovación van ganando enteros en su papel de sustentadores de la actividad. Sin embargo, también las dificultades de acceso a la financiación reaparecen, junto con el notable avance del déficit y de la deuda pública acumulada, que tendrá que ser reconducida más pronto que tarde”, señala la consejera del Colegio de Economistas de Madrid. “Posiblemente asistiremos -fundamentalmente a partir del próximo ejercicio- a fórmulas novedosas de acceso a financiación externa, complementarias a las vías más tradicionales”, añade.

A este respecto, pone como ejemplo “de buena práctica” la reciente estrategia de diferentes clubes deportivos para reducir su endeudamiento: “Consiste en incorporar a un fondo de inversión en socio de la actividad, haciéndole participe o cediéndole derechos a cambio de una aportación dineraria, y de la capacidad de interferir en el diseño del negocio y en los planes de actuación a futuro. Posiblemente, estos fondos contarán con una dimensión internacional que facilitará, adicionalmente, la penetración de las actividades en nuevos nichos de mercados globales”.

Otras fuentes novedosas de financiación llegan a través de las nuevas tecnologías, desde préstamos y créditos online al crowdfunding o micromecenazgo y la banca digital. Entre sus ventajas está “el uso de la tecnología para automatizar todos los procesos, ofreciendo unos costes bajos y una importante rentabilidad a los procesos de inversión”. Para Dones, se trata de “una nueva forma con la que hacer efectiva y garantizada otras fórmulas de financiación, cercanas y factibles, además de forma específica y prioritaria, destinadas a micro y pequeñas empresas, que presentan mayores dificultades de acceso a otras fuentes de financiación”.

Peticiones al Gobierno

En medio de una situación compleja y globalizada, economistas y empresarios defienden al menos la adopción de un enfoque distinto que podría suavizar el aterrizaje en una nueva fase de la economía en la que se esperan crecimientos futuros mucho más modestos que los de los últimos dos años, fruto del rebote pospadémico.  

“Hablar de futuro -opina Dones- supone estrategias de actuación de largo alcance, en cualquier caso, superiores a los cuatro años vista de una legislatura, evitando que sea este el criterio que vicia todas las decisiones de política económica y dando cabida a la prospectiva como un elemento esencial de estrategia de país”. Además, asume que el control de la inflación “sobrepasa el marco nacional y se instala en un ámbito multiterritorial y multiobjetivo, con miras a medio y largo plazo”, pero reclama a la vez centrar los esfuerzos “en construir una economía capaz de generar dinámicas de crecimiento focalizadas en la sostenibilidad”, una vez que la pandemia de coronavirus ha dejado patentes los problemas de desigualdad “no sólo en cuestiones de renta, sino de acceso a la sanidad, a la educación o a las nuevas tecnologías”, cuestiones que han sido el desencadenante “de un proceso de transformación acelerado, modificando incluso las prioridades económicas que dominaron el pasado reciente”.

“El bienestar y la equidad han ganado protagonismo y las previsiones que se barajan, aunque no a corto sino a medio y largo plazo, son sintomáticas de dicho cambio. En particular, para la economía española, los niveles de actividad media, tras un primer periodo centrado en la recuperación de su posición prepandemia, se perfilan más modestos, en torno al 1,7% desde el año 2026 y hasta 2050. En este nuevo escenario de crecimientos sostenidos, los servicios de mercado seguirán siendo clave, con los avances tecnológicos como principales protagonistas en la creación de un nuevo marco económico en el que las mejoras del bienestar social aparecen como prioritarias”, concluye.

Desde la CEOE, por su parte, consideran que este es el momento para “generar un marco de incentivos fiscales y eliminación de cargas administrativas y trámites burocráticos para impulsar la iniciativa empresarial que preste una especial atención sobre todo a la primera etapa. También hay que mejorar y simplificar los mecanismos que les permitan afrontar una situación de insolvencia”.

Asimismo, la patronal pide fomentar el espíritu empresarial, a pesar de que “el reto es mayor, dadas las deficiencias que tiene España respecto a la capacidad de emprender si nos comparamos con los países de nuestro entorno. Para invertir esta tendencia sería deseable que el emprendimiento estuviera presente en la actitud de la sociedad en su conjunto e implementar medidas que estimulen y faciliten la vida del emprendedor, en la línea anteriormente comentada”.

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