Publicado el 8 de abril de 2020

La sociedad después del coronavirus

Desde el sábado 14 de marzo, y ante la rápida expansión del Covid-19, los ciudadanos vivimos confinados en nuestros hogares, con las fronteras de nuestro país cerradas a cal y canto. La crisis sanitaria desencadenada por el coronavirus, detectado por primera vez en China tres meses antes, se ha convertido en un acontecimiento de consecuencias […]

Desde el sábado 14 de marzo, y ante la rápida expansión del Covid-19, los ciudadanos vivimos confinados en nuestros hogares, con las fronteras de nuestro país cerradas a cal y canto. La crisis sanitaria desencadenada por el coronavirus, detectado por primera vez en China tres meses antes, se ha convertido en un acontecimiento de consecuencias muchas de ellas aún impredecibles, pero que, sin duda, dejará una huella profunda en nuestras sociedades. Un claro reflejo de cómo la pandemia ha sacudido nuestras vidas es la atención que le prestamos: casi la mitad de la población sigue las noticias sobre el virus varias veces al día y más de un tercio admite estar casi todo el día pendiente. Pocos asuntos han provocado un consumo de información tan extenso e intenso como lo está haciendo el coronavirus.

Más allá de la crisis sanitaria -y del daño que sufren tantísimas personas- el parón provocado por la pandemia sacude con virulencia nuestra economía. La preocupación por una nueva crisis económica -presente de forma incipiente en los últimos meses- se ha disparado en estas semanas de confinamiento. El temor a la recesión y al desempleo constituyen ahora las principales preocupaciones de los españoles, eclipsando otros asuntos que hasta hace nada ocupaban un gran espacio en el debate público, como el conflicto catalán, el cambio climático, la igualdad real entre hombres y mujeres o el futuro de las pensiones. A día de hoy, más del 60% de los ciudadanos cree que el coronavirus tendrá un impacto negativo y duradero tanto en la economía española como en la mundial. Y algo más de un tercio piensa que afectará a la economía de su hogar de manera permanente, ya sea porque se pierda el empleo o porque se sufra una reducción salarial. Son las personas más vulnerables las que más temen los efectos económicos del coronavirus: el contagio es trasversal, pero desde luego no lo son sus consecuencias.

Son muchos los hogares españoles que se planifican ya para una ‘economía de guerra’. Ante el acecho de una recesión que la sociedad ve más que probable, los consumidores se preparan para afrontar lo que creen que queda por llegar. Así, tal y como muestra una encuesta de 40dB. para El País, cerca de un 40% de los ciudadanos ya ha retrasado o paralizado una inversión, gasto o compra prevista (un coche, por ejemplo). Una proporción similar admite que controlará en mayor medida sus gastos cuando termine el confinamiento. Y un tercio reconoce que a la hora de hacer la compra de productos de alimentación, bebidas, cuidado del hogar e higiene personal, le da ahora más importancia a los precios y se fija más en las ofertas y promociones. Una parte importante de los consumidores retoman así los hábitos austeros que caracterizaron los años de la Gran Recesión. De nuevo, es en los hogares con menos recursos donde más se recortan los gastos, ajustando las cuentas porque cada euro importa.

¿Qué nos depara el futuro? ¿Volveremos a los tiempos, aún demasiado cercanos, de la última crisis económica, aquella que provocó tantos daños materiales y emocionales? ¿Nos lleva el coronavirus hacia un viaje al pasado? Los primeros estudios sobre el impacto de la pandemia muestran que, al menos en lo que respecta a la reacción de la sociedad, algunas cosas podrían llegar a ser bien distintas. La Gran Recesión provocó un enfado social sin precedentes, que se tradujo en un extenso rechazo del capitalismo por parte de la ciudadanía. España pasó de ser uno de los países del mundo más favorables a la economía de mercado a ser de los más críticos. En aquellos años, se desplomó la valoración de las grandes empresas y de los bancos, a los que muchos ciudadanos tachaban como responsables de la hecatombe económica. La crisis provocó una auténtica fobia hacia ‘los de arriba’, que tuvo uno de los mayores reflejos en lo que algunos denominaron la ‘bancofobia’. Fueron los años de los ‘consumidores rebeldes’, que llegaron a representar una cuarta parte del total de la ciudadanía: aquellos que sentían un rechazo frontal hacia la economía de mercado y sus protagonistas.

La crisis del coronavirus, sin embargo, pese al golpe económico que muchos vaticinan que provocará, está despertando actitudes muy distintas en la sociedad. Se percibe un sentimiento extenso de benevolencia, nunca visto en los años de la Gran Recesión. En parte porque ahora el único culpable es el propio virus, pero sobre todo porque son muchas las instituciones que están arrimando el hombro, contribuyendo así a paliar las consecuencias negativas que está causando la pandemia. En estas últimas semanas, marcas bien conocidas se han sumado a la lucha contra el virus, con contribuciones generosas para la compra de material sanitario (mascarillas, respiradores, batas…), poniendo a disposición de centros hospitalarios flotas de vehículos, o transformando las plantas de producción para la fabricación de geles hidroalcohólicos, por citar tan sólo algunos ejemplos. Por su lado, los consumidores no han reaccionado con ningún tipo de cinismo ante estas aportaciones, desterrando comentarios que habrían abundado en otros períodos (‘ya sacarán algo a cambio’, ‘lo hacen para quedar bien’, ‘quieren comprarnos con estas acciones’, etc.), sino con un claro reconocimiento, sin dobleces ni fisuras. Los ciudadanos fijan ahora su atención en las marcas comprometidas con la sociedad y en aquellas empresas o entidades que creen que están siendo de especial ayuda en esta crisis. Consecuentemente, según nos indican nuestros estudios de 40dB., en estas semanas de confinamiento, la reputación de muchas instituciones y colectivos, ese intangible tan preciado, está aumentando. Ahora no sólo caen mejor los sanitarios, también los medios de comunicación, las cadenas de supermercados, los bancos, y un largo etcétera de grandes empresas, muchas de las cuales llevaban años tratando de conquistar los indomables corazones de los consumidores. La crisis del coronavirus puede dejar en herencia una mejor relación entre  consumidores y marcas, dando paso a un sistema económico más colaborativo, pacífico y, en definitiva, mejor engrasado. El consumidor benevolente se abre paso, dispuesto a aplaudir a las entidades que respondan a sus crecientes exigencias éticas.

La pandemia podría también dejar una sociedad mejor. Nueve de cada diez ciudadanos cumple las reglas de confinamiento a raja tabla. Seis de cada diez se asoma a diario para aplaudir a las 8 de la tarde al personal sanitario. Un tercio presta ayuda a otras personas en su día a día, ya sean vecinos o familia. Y son mayoría los que creen que la crisis del coronavirus dejará una sociedad más fuerte y solidaria.

En estas semanas de confinamiento, los ciudadanos también están reflexionando sobre sus propias vidas, así como sobre el destino común que nos aguarda. En los discursos que oímos quienes nos dedicamos a la escucha social, priman la importancia extrema de la salud, el amor incondicional hacia los nuestros, y la necesidad de un disfrute más pausado y completo de la vida. Desde la generosidad y solidaridad con la que se vive esta crisis, es posible que salgamos de ella con mejores mimbres como personas y como sociedad, con proyectos de vida que nos permitan afrontar mejor tanto lo individual como lo colectivo.

Belén Barreiro. Fundadora y CEO de 40dB. Expresidenta del CIS.

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